SOBRE LA SERIE DE MENEM!... “La historia se repite dos veces: primero como tragedia, luego como comedia”

“La historia se repite dos veces: primero como tragedia, luego como comedia”, escribió Marx mucho antes de que Amazon Prime filmara la serie de Menem o de que Milei se coronara presidente en medio de memes y llantos. Pero verlo ahora es más claro que nunca: primero el drama de un país rematado al mejor postor; después, la farsa de un país rifado al peor tuitero. El problema no es la repetición, sino que la tercera vez ya parece sketch de Polémica en el Bar.

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7/14/20253 min read

“La historia se repite dos veces: primero como tragedia, luego como comedia”, escribió Marx mucho antes de que Amazon Prime filmara la serie de Menem o de que Milei se coronara presidente en medio de memes y llantos. Pero verlo ahora es más claro que nunca: primero el drama de un país rematado al mejor postor; después, la farsa de un país rifado al peor tuitero. El problema no es la repetición, sino que la tercera vez ya parece sketch de Polémica en el Bar.

La serie de Menem en Prime tiene helicópteros, Ferrari, Zulema y champagne barato. Es la tragedia de un país disfrazada de glamour: un tipo que prometía el Primer Mundo mientras subastaba hasta el mármol de las plazas. Desde el balcón, con patillas perfectas, decía que no nos iba a defraudar y cumplía: no defraudó porque vació todo. La dignidad se la quedaron los bancos, las cloacas las vendió al mejor amigo y a nosotros nos dejó el televisor a cuotas y la pizza con champagne como último banquete. Menem era el lobo vestido de Armani y nosotros le dábamos la llave del gallinero.

Pero ahora, Milei. El tipo que empezó como estrella de panel de cable, gritándole a la cámara y abrazando un perro de peluche, hoy maneja el país como si fuera un stream de Twitch. La comedia. Lo trágico es que su histeria hace reír más que llorar. En vez de Ferrari, viaja en low cost; en vez de patillas, tiene peluca; en vez de prometer el Primer Mundo, amenaza con quemarlo todo. Si Menem era el vendedor de humo con glamour, Milei es el vendedor de humo con filtros de gato en Instagram.

En la serie, Menem tiene control hasta en su caída: dueño de la decadencia, sonríe mientras firma las privatizaciones y se pasea con su helicóptero por La Rioja. Milei, en cambio, es un meme que camina: llora en el Muro de los Lamentos, se pelea con periodistas, con su peluquero, con niños, con el INADI y hasta con sus propios ministros. Y mientras tanto sube selfies con Conan. De emperador de la desgracia a payaso de su propio circo.

El público también cambió: con Menem nos reíamos para no llorar. Con Milei nos reímos porque ya nos resignamos. Menem vendía YPF y bailaba con Reina Reech. Milei vende las universidades y llora frente a cámaras. Menem decía “ramal que para, ramal que cierra” y creíamos que tenía un plan. Milei dice “los voy a prender fuego” y sabemos que no tiene ni un encendedor. Menem era Darth Vader, Milei es Jar Jar Binks.

Pero, ojo. Que la comedia sea mala no significa que sea inofensiva. Cuando termine el show, nos van a mandar la cuenta. Porque la pizza con champagne de los 90 nos costó años de recesión. Y este reality de libertarios llorando nos va a costar generaciones. Marx tenía razón: primero la tragedia, después la comedia… y si no espabilamos, después un reality donde los extras siempre somos nosotros.

En Argentina, la tragedia y la comedia son el mismo chiste contado con distinto peinado. Así que cuando lo veas a Milei gritando, acordate de Menem brindando en Olivos, y acordate de que la función la pagan los de siempre. Y si te reís, que sea para no olvidar quién te cobra la carcajada.

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