Milei indignado: asegura que su hermana es repostera, no tarotista
GENERALES
N/N
6/1/20253 min read


"Milei indignado: asegura que su hermana es repostera, no tarotista"
sin miedo al éxito
EL PODER TRAS EL POSTRE
Argentina siempre tuvo personajes extraños en el poder, pero pocos tan silenciosamente omnipresentes como Karina Milei, la hermana del Presidente. Desde que Javier se lanzó a la presidencia como un león libertario salido de un seminario de economistas en pastillas, ella estuvo ahí. Atrás. Al costado. Pero nunca fuera del plano. Hasta que un día se animó a levantar la tapa del horno y se nos sirvió el plato principal: el poder real no tiene voz, pero tiene Tupper. Mientras algunos se siguen preguntando si Karina es una suerte de Rasputina contemporánea, otros directamente la sindican como la CEO del alma presidencial. Ella misma lo dijo, o lo hizo decir: “Javier no toma decisiones sin mí”. Lo dijo una voz desde la oscuridad de un despacho sin cuadros, donde el cuadro es ella. La Argentina que se indigna por los planes no se indigna por el nepotismo esotérico. Y entonces, mientras el país se incendia entre recortes y decretazos, Karina entra a la Casa Rosada como quien entra a su cocina: a ordenar los ingredientes del ajuste con un delantal negro y una mirada de "esto lo horneo yo".
QUIÉN DIJO JEFATURA, DIJO CÚPULA
Si bien Milei afirma que su hermana solo "hace tortas", en los pasillos del poder muchos aseguran que el glaseado es lo de menos, lo importante es quién maneja la batidora. Karina fue nombrada Secretaria General de la Presidencia, aunque podría haber sido Ministra de Silencios, Viceministra de Desconfianza o Directora Nacional de Aromaterapia Institucional. Karina no habla en público. No debate. No twittea. No hace nada que la democracia liberal tradicional entienda como transparencia. Pero decide. Decide todo. Decide quién entra, quién sale, quién cobra, quién ajusta. Decide si el Estado se privatiza o se hornea a 180 grados con papel manteca. Para Milei, la repostería es una forma de amor. Para Karina, el poder es una bandeja caliente que hay que sacar con cuidado para no dejar huellas. Nadie sabe bien cuánto manda, pero todos saben que manda. > “La jefa”, le dicen en voz baja.
Como si fuera una mezcla entre Mirta Legrand, Darth Vader y la tía que te prohibía comer antes de la foto familiar. No hay evidencia clara de que Karina Milei use tarot o astrología para gobernar. Tampoco hay evidencia de que no lo haga. Lo que sí hay son decisiones tomadas con una mística poco ortodoxa: despidos masivos por "vibración baja", nombramientos por "energía afín", y decretos que parecen dictados desde un posavasos del Círculo Uruguayo de Reiki. En la Rosada se comenta que antes de cada definición de gabinete, Karina hace silencio, prende un sahumerio de mirra, y consulta una figura de cerámica de Ayn Rand. El nuevo plan de gobierno es más parecido a un horóscopo chino que a una hoja de Excel. Aries, ajuste por decreto. Tauro, despido por vibración. Capricornio, cierre de ministerio. Libra, pérdida de derechos pero con elegancia. Mientras tanto, el pueblo, acostumbrado a ser gobernado por peronistas con pasados turbios o radicales con futuros inexistentes, mira con fascinación esta mezcla de coach espiritual y puntera del New Age. Porque Karina no pide lealtad, pide alineación planetaria. En el fondo, Karina y Javier se tienen el uno al otro como dos hermanos de un pacto sellado en niñez disfuncional y obsesiones adultas. Ella cree en él, y él cree en ella. Lo demás son interferencias. En una república presidencialista, la hermana del presidente se convirtió en primera dama, primer ministro, jefa de gabinete emocional y curadora espiritual. Todo eso, sin tener que declarar patrimonio, intereses ni convicciones políticas. El poder real en la Argentina hoy no pasa por el Congreso ni por los partidos. Pasa por un té de tilo compartido a la medianoche entre hermanos que se entienden sin hablar. El ajuste no se piensa, se canaliza. La política no se debate, se visualiza. Karina Milei no milita, no declara, no opina. Pero se siente. Y eso, en un gobierno regido por emociones exaltadas, es más peligroso que cualquier opositor.
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