Fidel y Clinton saben de amor a la rosarina
Esta es la historia de amor político entre Juan Monteverde y Juan Pedro Aleart, que dicen representarlo todo… y terminan votando igual cuando hay que proteger a los que tienen el prontuario más gordo que un expediente de la causa Vialidad.
REAL POLITIK
por Joaco del Garzo
5/12/20253 min read


Fidel y Clinton saben de amor a la rosarina
Por Joaco del Garzo
En Rosario, donde las discusiones sobre el modelo de Estado conviven con el Fernet aguado del bar de Humanidades, dos candidatos emergentes, Juan Monteverde y Juan Pedro Aleart, nos regalaron la postal de unidad más extraña desde que Anibal Fernández citó a Piaget.
Monteverde, el prócer de la quinoa rosarina, el que te arma un plenario en la plaza con micrófono solar y canciones de Fito, y Aleart, el influencer liberal que pasó de contar noticias a prometer recortes como si estuviera devolviendo paquetes en Amazon. Dos mundos. Dos lenguajes. Dos playlists.
Y sin embargo... votaron lo mismo. O más precisamente, los bloques que conducen votaron igual: en contra de la Ley de Ficha Limpia. Una ley que, digamos todo, propone una atrocidad moral: evitar que personas con condena firme por corrupción se postulen a cargos públicos.
Amor con prontuario
El episodio fue tan ridículo como revelador. Rosario, esa ciudad donde la mugre política se barre debajo de la alfombra del Parque España, vio cómo dos jefaturas políticas, tan distintas en su narrativa, se fundieron en un voto que no podía ser más cínico: proteger la posibilidad de que los condenados por corruptela puedan seguir apareciendo en la boleta. Porque si algo une a la política argentina, es el miedo a quedarse sin gente para llenar la lista.
Monteverde dijo que era "punitivista". Aleart, que era una forma de "judicializar la democracia". Traducción: "se nos complica si no podemos colar ni a los procesados con fotocopia".
Parábola Arjonesca
La escena pidió a gritos una analogía con Arjona:
Ella es de la Habana, él de Nueva York... pero cuando se apagan las luces y hay que salvar al compañero con tres causas, votan en la misma pestaña.
En este remix rosarino del bolero político, Monteverde es Fidel, pero sin Sierra Maestra, y Aleart es Clinton, pero sin saxofón. Lo que los une no es el amor... es el espanto judicial. Porque cuando se trata de bancar al compañero con pasado oscuro, las ideologías se derriten como helado en Bv. Oroño.
La mugre como derecho adquirido
En este nuevo modelo de ética de kiosco, tener prontuario ya no es un obstáculo: es un trámite. Como sacar el CUIL. El mensaje es claro: "Si robaste, bueno... pero estuviste. Militaste. Le pusiste el cuerpo (y la mano)."
Aleart y Monteverde no coinciden en nada, salvo en esto: la moral es negociable, pero la rosca es sagrada.
Ciudadanía confundida, pero no sorprendida
Los rosarinos, curtidos por años de promesas recicladas y cloacas sin licitar, vieron venir el desenlace. La única sorpresa fue que esta vez no hubo grieta. El trosko gourmet y el libertario con fond de pantalla de Ayn Rand sellaron la alianza tácita del "no me jodas que este es mi amigo".
Las redes explotaron:
"Pensé que uno me iba a dar cooperativas y el otro libertad... pero parece que los dos me dieron impunidad gourmet".
"Ficha limpia es una locura. Te deja sin candidatos. Como pedirle a un sommelier de Puerto Norte que no tenga denuncias por sobreprecio."
Epílogo: el shampoo y el prontuario
Monteverde y Aleart no son lo mismo. Uno toma mate en jarrito de barro, el otro café en vaso térmico importado. Uno lee a Galeano, el otro a Murray Rothbard. Pero cuando se trata de blindar al compañero con condena firme... se abrazan como si compartieran Spotify Premium.
En Rosario, la única grieta real no es ideológica: es capilar. Porque como bien lo resume esta historia:
La única grieta es el shampoo. No el prontuario.